xoves, 30 de abril de 2015

África diversa, ponencia nun curso de formación en centros

O noso proxecto sobre 'África diversa' mereceu a atención do CEFORE da Coruña, que nos invitou a impartir unha charla sobre o mesmo dentro dun Proxecto de Formación en Centros, para o profesorado do IES Salvador de Madariaga. A sesión celebrouse o día 9 de abril, e nela usamos as dúas presentacións de abaixo. A primeira, un resume do realizado ao longo do curso 2013-14, e a segunda unha selección de materiais, de recursos didácticos, para achegar distintos aspectos da realidade africana ás aulas.



venres, 10 de abril de 2015

Acabar con el aborto clandestino en Marruecos

La legalización de la interrupción voluntaria del embarazo está sobre la mesa de trabajo del rey, que ha convocado a los expertos a reflexionar sobre el tema

Las mujeres de Marruecos tienen ya tradición de reivindicación de derechos. En la imagen una manifestación en Rabat, en el origen del movimiento para pedir reformas sociales al Gobierno de Marruecos en 2011. / Uly Martín
“Abortar no es un lujo ni un privilegio”, afirmaba con vehemencia el director de la prestigiosa revista marroquí TelQuel, Abdellah Tourabi, en un editorial de unas semanas atrás. El periodista argumentaba sobre “el derecho y la libertad de elección de la mujer”, que no interrumpe su embarazo jocosamente, sino sometiéndose a una gran violencia física y psíquica que, en el caso de una operación clandestina, tiene consecuencias más traumáticas aún. “Se trata de un dilema imposible y de una libertad que una mujer desearía no ejercer jamás”, apostillaba el periodista. Y continuaba: “Pero la ley debe estar allí para presentar una opción diferente a la clandestinidad, el traumatismo y la culpabilidad. Otros países musulmanes, como Túnez y Turquía, han dado a las mujeres esa libertad dentro de un cuadro legal que organiza el aborto. Ellos no son menos musulmanes que nosotros o están menos comprometidos con los valores culturales y espirituales. Un pequeño esfuerzo y de reflexión no harían mal a nadie y mejorarían la vida de miles de nuestras conciudadanas”.
Los debates sobre la interrupción voluntaria del embarazo y su posible despenalización han vuelto al centro de la escena marroquí tras la destitución, a mediados de marzo, del ginecólogo Chafik Chraïbi, icono de la lucha contra el aborto clandestino. El profesor fue cesado como jefe de servicio de la Maternidad Des Orangers, en Rabat, tras sus declaraciones para la televisión francesa en las que manifestaba sus convicciones y relataba las condiciones penosas en las que llegaban a los hospitales muchas mujeres tras abortar (o intentarlo) clandestinamente. Hemorragias, pérdida de parte de la pared uterina, infecciones y hasta un importante riesgo para su vida son las consecuencias de estas prácticas no regladas, que se realizan a escondidas de la autoridad y la propia familia. A partir del cese del médico y la polémica en torno al tema, el propio rey Mohamed VI tomó cartas en el asunto y pidió a las “partes involucradas”, incluso a representantes del área de Derechos Humanos, una reflexión profunda que permita modificar la ley (por ahora, solo está autorizada la interrupción terapéutica, cuando la salud de la madre está en peligro). El monarca se ha comprometido a seguir personalmente el dossier.
Mientras tanto, el médico Chafik Chraïbi ha adquirido aun más notoriedad en estas semanas, al punto de ser nombrado como una de las “veinte personalidades” que están construyendo el Marruecos de mañana, porque militan y trabajan por cambios relevantes en la sociedad de su época, según la revista Jeune Afrique. Entre estas personalidades de la ciencia, la cultura, el deporte, la política y la economía figuran algunos de los más fervientes protestones del reino (junto a buenos aliados de la Corona), lo que habla de algunas cosas que de verdad se mueven hacia nuevos horizontes. Cierto es que hay otras —como el proyecto de modificación del nuevo Código Penal— que vuelven a atizar la iracundia de los sectores laicos, porque, en el texto que se baraja, la religión gana terreno en la vida pública cotidiana al penalizarse comportamientos que deberían estar separados del ámbito espiritual.
Uno de esos ámbitos es justamente el de la mujer, lo que debe ella parecer —y aparecer— en la esfera pública; sus deseos (si es que los tuviera) y sus mandatos. El debate sobre la sexualidad y el rol (antes que nada, los mandatos) de la mujer en el espacio público de países con un Estado confesional es, sin duda, mucho más amplio que aborto sí / aborto no. El derecho a la interrupción voluntaria del embarazo constituye, en sociedades como la marroquí, apenas la punta de un iceberg que se hunde en aguas profundas de padres que siguen permitiendo el matrimonio de sus hijas menores de edad, océanos de incomunicación familiar y escasísima educación sexual, deficiente cobertura pública de salud ginecológica (difícilmente se hace una citología de control o una mamografía en un hospital público), falta de reconocimiento de la figura de la madre soltera, condenas penales por juicios morales como las recientes causas por adulterio iniciadas a un periodista y a su amiga (separada pero sin el divorcio tramitado), etcétera.
Hace un par de años pasó por aguas marroquíes el barco-clínica de la ONG Woman on waves, recibido por los activistas marroquíes del Mouvement Alternatif pour les Libertés Individuelles (MALI), pero estas, aunque acciones muy mediáticas (como las de las Femen, hace unos días en en Casablanca) que pueden ayudar a visibilizar una causa, suelen generar más rechazo que adhesiones entre la población local más tradicional.
La interrupción voluntaria del embarazo está aquí condenada penalmente. Cuando un caso se descubre o es denunciado, van a prisión la mujer, el médico y el anestesista que intervienen, y se condena también a la clínica donde se practica. Hasta aquí, nada nuevo: muchísimos países del mundo Occidental (entre ellos, casi todos los latinoamericanos, con fuerte peso político de la Iglesia Católica) prohíben el aborto y condenan a las mujeres que alguna vez deben padecerlo a la clandestinidad, la insalubridad, el riesgo físico y el trauma psicológico. Siempre, con el sesgo de la inequidad social y la desigualdad en el acceso a los servicios básicos de salud, dependiendo del nivel socio-económico de la paciente.
El debate el rol de la mujer en el espacio público es mucho más amplio que aborto sí / aborto no
Ninguna mujer aborta alegremente, para nadie el aborto es un método anticonceptivo ni promueve los “excesos”, que suelen mencionar sus detractores desde la moral masculina que trasciende épocas, países y religiones.
En esto está de acuerdo Zohra Benelfaquih, una tangerina con más de 40 años de oficio en esto de la ginecología y la obstetricia. Es, según ella misma informa, la primera ginecóloga mujer que tuvo Marruecos. Se formó en Valencia, volvió y no se cansa de trabajar en su consulta y militar por los derechos de las mujeres (“el primero de todos, el derecho a la información”), su educación y su fertilidad, cuando es deseada.
“El aborto es un derecho, igual que la procreación. Es un tema de salud pública (y esto ni siquiera en España está conseguido). La mujer que quiera tener niños, que los tenga. Esto es una decisión de la propia mujer. Pero, ¿cómo podríamos hablar del derecho fragmentado únicamente sobre el aborto cuando hay un montón de derechos que están ausentes? Si la mujer no tiene derecho a elegir su pareja, no tiene derecho a divorciarse, no tiene derecho a denunciar malos tratos o a la igualdad en el trabajo ni en su propia casa... Todo esto debería estar incluido en unos derechos generales, sociales, como el de asociación, el de hacer política, el económico, la libertad de creencia. Por lo tanto, si no hay leyes que protejan estos derechos, no podemos hablar de una parcialidad. El aborto es un aspecto parcial. Siempre queda la posibilidad de plantear ¿Qué puedo sacar de esta falta de derechos?”, arranca con contundencia Zohra.
“Estoy segura de que si la mujer no tiene una autonomía económica, que se traduce en autonomía intelectual, no podrá saber cuáles son sus derechos. ¿Qué dirán de ti si te divorcias? ¿Con qué mantendrás a tus hijos si las leyes no contemplan una buena manutención? Hay leyes legales, pero las sociales van paralelo. Y están también las religiosas. La madre soltera no está reconocida en Marruecos y, luego, encuentras bebés en la basura”, continúa.
Hijos ilegales, sin papeles de inscripción porque no vienen de padres casados, hacen que madres y bebés sean víctimas. “El aborto, efectivamente, debería ser un derecho de salud pública y que la mujer que no quiera tener un hijo pueda ir a la sanidad pública”, apostilla la doctora Benelfaquih.
Pero decir sanidad pública en Marruecos es, unas veces, nombrar la utopía, y otras, mentar la imposibilidad de atención y el laberinto de burocracia que solo se atraviesa billete en mano, como sugiere un cortometraje recientemente estrenado en el Festival Nacional de Cine de Tánger, llamado Almas corruptas, de Mehdi El Khaoudy.
De ahí el clamor en boca de Zohra, pero que muchos médicos y no médicos suscribirían: “Todo el mundo tiene que conocer sus derechos. Si estás en una situación de vulnerabilidad y no tienes conciencia de tus derechos, te rindes. Aceptas lo que te piden”.
En cuanto a la práctica cotidiana de la interrupción de embarazos no deseados, lo que hoy sucede es que las mujeres de clase media que pueden pagarse la intervención en una clínica, en condiciones saludables, pagan alrededor de 4.000 dirhams (unos 400 euros) pero, también en estos casos, “como en cualquier acto quirúrgico, puede haber complicaciones”, apunta la médica.
Médicos, asociaciones y medios de comunicación reclaman el fin de las prácticas que ponen en riesgo físico a las mujeres
La interrupción terapéutica sí está contemplada por ley, cuando el embarazo puede significar una causa de agravamiento de algún problema de salud de la madre (mujeres que están en diálisis, con lupus, tratamientos medicamentosos contrarios a la evolución del embrión o con cáncer, por ejemplo). Explica Zohra: “Si una mujer tiene cáncer, yo ginecóloga y el oncólogo tenemos que certificarlo, enviar esas certificaciones al delegado de la Sanidad Pública y al juez y que la autorización para el legrado venga del juez. El cáncer avanza y el embarazo, también. Estas son las dificultades. A nivel de práctica, esto es inviable”.
“La píldora del día después aquí sí existe y se vende en farmacias, pero para quien sabe de ella”, responde a nuestra pregunta. La doctora Benelfaquih, como los demás ginecólogos implicados en la lucha contra la clandestinidad, abogan por la educación sexual y la prevención. Pero sabemos que el discurso social es muy resistente.
Amplios y muchos son los frentes femeninos de obediencia y resistencia, porque en la mayoría de los casos son lo uno y lo otro al mismo tiempo. Es verdad que resulta difícil abordar un derecho como el del aborto (porque el cuerpo es el de la mujer y únicamente de ella) de manera parcial, cuando la sexualidad no se reconoce como un asunto de mujeres en el espacio público. La propia sexualidad está en manos de otros, toda vez que un juez y un médico puedan certificar que la psique y el aparato genital de una niña de 13 años están “maduros” para que los padres puedan casarla. Sin embargo, algo se mueve en el norte de África (la reforma del código de familia, la Mudawana, fue una buena noticia, aunque con algunos resquicios legales) y por algún lado hay que empezar, o continuar: el tema del derecho al aborto como parte del derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo empieza a estar en boca de los jóvenes universitarios, en los debates públicos, en los medios, en la calle y en la mesa de trabajo del Rey.

“Hay debates que hacen crecer a una sociedad y le permiten salir de ciertos impasses. El debate sobre el aborto y su legalización forman parte de esta tendencia. No se trata de una reivindicación menor, sin importancia ni efectos reales, sino sobre todo de una necesidad (…). Mirar para otro lado y escudarse en posturas morales no permite resolver el problema, en absoluto. Esto no hace más que agregar hipocresía a la desgracia e incitar a la inercia allí donde hace falta actuar”, culmina el alegato del periodista de TelQuel.

martes, 7 de abril de 2015

«O veo tápanos a cabeza, non a mente»

Reivindican  a súa condición de mulleres e de musulmás. Dúas realidades que teñen que conxugar cunha contorna marcada polos estereotipos. Ademais, a comunidade islámica segue marcando as pautas. Elas queren elixir o seu propio camiño. 
Mila Méndez 06 de abril de 2015. La Voz de Galicia

«Vinche conducindo e levabas veo». Isto é o que lle dixo hai pouco unha muller en Pontevedra a Fátima Mlibda. Cando conta estas anécdotas non pode evitar sorrir. A Souad Nahil un cliente empezoulle a falar con xestos aínda despois de que ela se dirixise a el nun perfecto castelán. Galicia é a terceira comunidade de España con menos residentes musulmáns e, xa que logo, con menos musulmás. Aínda non nos familiarizamos con elas e iso que algunhas levan aquí anos. 
Tanto os pais de Fátima como os de Souad chegaron de Marrocos a finais dos 80 atraídos polo traballo no mar ou os transportes. Elas sumáronse despois coas súas nais. Son a segunda xeración. A que intenta integrarse sorteando os estereotipos da sociedade receptora e, ao mesmo tempo, as fortes tradicións que imperan na súa contorna. 
«Queremos que nos coñezan», conta Souad. O rol da muller musulmá en Galicia, e no resto de España, caracterizouse pola súa escasa visibilidade. Hai poucas estatísticas sobre a súa actividade e influencia. Adoitan illarse máis nas súas comunidades ou nas súas familias. Un papel que, parece, queren cambiar. «Levo aquí desde nena e se como son os galegos, con todo a maioría non ten nin idea de como son eu. Estes días estou a asistir a un curso que imparte a Cámara de Comercio de Pontevedra. Un dos meus compañeiros confesoume que nunca pensou que fose tan intelixente o día que me coñeceu», di unha aínda sorprendida Souad. Ela ten xa a nacionalidade española e como outras tantas mozas españolas acaba de quedar no paro. Comparte piso coa súa irmá en Vigo, para aforrar gastos, e séguese formando. 
«Fixen un curso de técnico de raios, traballei no departamento de control de calidade dunha empresa ata hai pouco e houbo unha época na que incluso compaxinei dous empregos». Con 29 anos, non se casou. «Os meus pais insinúanme ás veces que o vaia pensando, pero aínda teño outros obxectivos». Un deles é a asociación Mozas Musulmás en Galicia. Acábana de fundar e suman xa unhas trinta socias.  Fátima é a presidenta. «Non queremos dar pena nin que crean que por levar este veo somos sumisas, que estamos oprimidas. Cóbreme a cabeza, non a mente», subliña. 
Estes días non pairan. Deron unha charla na Cruz Vermella e na praza da Peregrina colocaron mesas informativas. A maioría están ou estudaron unha carreira ou un ciclo formativo. Son novos, teñen entre 19 e 30 anos. A dúbida é ¿cando casen poderán seguir facendo o mesmo? Souad insiste aquí na súa autonomía. «Temos máis independencia da que pensades. Non nos manda ningunha mesquita nin ningún home, isto facémolo nós». 
Non se atreve , con todo, a definirse como feminista. «Reivindico o papel das mulleres, grazas a elas prosperan as sociedades». Fátima incide no mesmo: «Non estamos encerradas nas nosas casas, a proba é que nos esforzamos por ter un futuro mellor». É neste momento cando fai unha paréntese. «Hai moita confusión con termos por exemplo a yihad. Moi poucos saben que o seu significado en árabe é esforzo. Esforzarme é o que fago eu por estudar, por buscar traballo e por axudar aos meus pais, non o que fan un grupo de tolos». 
Non son alleas ás noticias que estes días se repiten. Cada semana coñecemos un caso novo de mozos, entre eles tamén mulleres, que son recrutados polo Estado Islámico en España. Hai casos en Ceuta e Melilla, pero tamén en Barcelona, Ávila, Cidade Real ou Badalona, onde foron detidos dous irmáns e tamén os seus pais. «Amólame que teñamos que pagar polo que fan catro personaxes», remarca Fátima. «Eu, nos meus 21 anos, non vou coller e deixalo todo. As mozas que están a recrutar son a maioría moi novas e influenciables. Fanlles un lavado de cerebro. Desde logo danme moita pena, non saben o que lles espera. ¿Como me vou ir eu a un país que está en guerra como Siria?». Os atentados contra a revista francesa Charlie Hebdo ou contra o Museo do Bardo, en Tunisia, fixeron rebrotar a islamofobia. «O problema é que non entenden o Islam, interprétano como queren. A nós tamén nos afecta. As mulleres tamén sofren a violencia», di Salma, unha estudante musulmá de 20 anos. 
Outra universitaria, Nassima, engade: «Sempre me sentín moi famosa. Cando paso a xente detense e mírame. Supoño que por curiosidade. Tras o ataque de París houbo uns días nos que as miradas eran diferentes, como atacantes. O venres desa semana, despois de clase, fixen a maleta e funme a coller o autobús para irme a casa. Paseino moi mal. Púxenme nerviosa e case me confundo de parada. Logo, dentro, a radio estaba tan alta? Desde entón non uso maleta nin mochila, prefiro levar moitas bolsas. Todo isto é unha dor dobre. Por unha banda ves que o Estado Islámico mata a xente inocente, incluídos musulmáns e, por outro, venche como unha terrorista». Tras media vida en Galicia, non se expoñen regresar ao país no que naceron os seus pais. «Sempre me sentín integrada, os meus amigos son españois e á parte dalgunha que outra anécdota nunca vivín ningún tipo de rexeitamento. Talvez son afortunada por vivir en Vigo e non nun pobo ou nunha cidade máis grande», opina Souad. Fátima, que terminou o ciclo de Comercio e Mercadotecnia, asente. «Nunca vou esquecer que son marroquí, pero non teño pensado volver. Tería que empezar de cero. A miña vida está aquí». 
Nassima sabe que nunca pasa desapercibida. No medio dos corredores repletos de estudantes apurados polos exames destaca o seu rostro risueño e sereno. Iso e o veo dun intenso verde que cobre a súa cabeza. «Son unha das primeiras alumnas en Filoloxía que o leva», presume. Non se separa do seu cartafol da USC mentres nos conta como en clase todos os profesores a coñecen, «sempre din: ti, a que está á beira de Nassima». Estuda Lingua  e Literatura Modernas. Pronuncia cada palabra dunha forma tan natural que custa descubrir na súa entonación os sinais do seu árabe natal. Como a maioría de musulmás en Galicia é de Marrocos. Máis ou menos. Chegou aquí con apenas dez anos e cando lle preguntas a que lugar séntese máis vinculada a súa resposta non pode ser máis galaica. «Depende do día», solta. 
Ela é a primeira da súa casa que chega á Universidade. «Para a miña nai é un soño. Si pregúntasme a quen admiro máis che digo que a ela. Deixouno todo, a súa familia, a súa vida, para darnos un futuro mellor. En Safí chegábanos co soldo do meu pai. Aquí non, é limpadora», apostila. En Santiago a primavera non impide que as nubes fagan acto de presenza. As nubes e a choiva. «Co veo, mira, mato dous paxaros dun tiro. Móllome moito menos», chancea mentres intenta quitarlle importancia á pregunta que protagoniza a conversación, ¿Por que o veo? Xunto a Nassima espéranos Salma. Está en segundo de Administración e Dirección de Empresas. Ela non o leva. O seu pelo ondulado móvese libremente e cun punto de rebeldía que se compasa coa súa personalidade. Firme e madura aos seus escasos vinte anos. «O ano pasado empecei a buscar traballo e o veo era un obstáculo así que decidín quitarmo. En casa respectáronme, dixeron que era a miña decisión». 
Salma é de Casabranca, aínda que vive en Ordes desde nena. «Ir a Marrocos ás veces é incómodo. A xente machúcache máis, sobre todo nos barrios máis periféricos. Aquí séntome máis eu. Podo dicir que non me quero casar e non pasa nada. Alí diríanme que vou polo mal camiño». ¿É o Islam machista? Ao formular a pregunta as dúas contestan: «Non». «Hai que distinguir a relixión da cultura. Os países árabes sempre foron moi machistas, pero iso non é polo Islam. A educación é fundamental para o progreso. Alí una das miñas tías está divorciada e non pasa nada», di Nassima. «Gustaríame ver avanzar as cousas. Claro  que é machista que castiguen a unha muller por pór os cornos», responde Salma. queda un momento pensando e engade: «O Corán tamén ten que actualizarse. Na época de Mahoma non había universidades. Agora si. No meu país tamén hai cada vez máis mulleres nas aulas». Volvendo ao yihab,  Nassima remarca: «Púxenmo aos 19, xusto antes de empezar na universidade. Oxalá toda Galicia fose como a miña facultade, aquí non me sento tan observada». Sobre a súa imposición en adolescentes, matiza: «Creo nunca se debería pór antes dos 15 ou 16 anos, que é cando empezas a ter o teu propio criterio para decidir o que queres. Verllo o a nenas máis pequenas paréceme precipitado. Cando mo puxen a miña nai non parou de chorar, non quería que me discriminasen». Os pais de Fátima vivírono de forma parecida: «Non llo esperaban. Para min foi unha forma de reafirmarme. Ninguén ten que liberarme de algo que eu elixín. ¡E que conste que me gusta moito arranxarme!», exclama. Quen ten decidido non recuperalo é Salma. «Con el era a moza de veo que non saía. Son marroquí, pero agora ando con xente de aquí. A miña nai, que non o levaba en Casabranca, púxollo en Galicia para evitar que a xulgasen». Á beira de Marrocos, en Tunisia, acábase de celebrar o Foro Social Mundial no que estivo a xornalista e experta no mundo árabe Montserrat Boix. «Tunisia acaba de aprobar a paridade na súa Constitución. A maioría das mozas tunisianas coas que me crucei non levaban veo. Non podemos esquecer que en moitos países árabes as mulleres loitan polo dereito a non vestilo. Pensar que se é máis musulmá por usalo tamén é un estereotipo. Á fin e ao cabo a súa misión é a de ocultar». Boix, coordinadora tamén de Mulleres en Rede, engade: «A comunidade musulmá en España é unha das máis conservadoras. O importante é que o que fagan sexa con autonomía». Yashmina Shawki, xornalista galega filla de pai kurdo, apunta: «Coñezo a mulleres integradas e sen veo. Si pono tan novos creo que non se trata dunha elección propia». 

A hora de descanso vaise terminando. «A verdade é que non quero casarme, sería coma se cortásenme as ás», escápaselle a Salma. Ten as ilusións  dunha moza de 20 anos. Quere facer un máster en Relacións Internacionais. Nassima obsérvaa mentres fala. O seu soño é seguir aprendendo idiomas. 

luns, 6 de abril de 2015

Carmen Vidal: «A idea distorsionada que temos de Marrocos é por falta de desexo de coñecer»

Di que os marroquís teñen un sentido de humor moi semellante ao español
tamara monteroREDACCIÓN / LA VOZ, 06 de abril de 2015

Carmen Vidal (Baio, 1985) xornalista, namorouse de Tánxer e decidiu escollelo como «o lugar no que quería vivir parte da miña vida». Esa estancia inicial alongouse «polo amor a unha persoa» ata o punto de que vén de abrir unha tenda online, Duna Hania, que ten obxectos de Marrocos, Namibia, México e, en breve, a India, pero tamén fotografías e pequenos textos dos lugares onde foron comprados, para crear unha auténtica experiencia viaxeira.
-¿Tánxer foi un «shock»?
-Hai cousas que chocan, dende a vestimenta ata certas normas sociais, pero tamén hai moitas outras que achegan aos dous lados do Estreito, dende o sentido do humor ata a importancia da familia ou o gusto pola vida nas rúas. Tánxer, pola súa traxectoria de cidade internacional e pola gran presenza española, é un caso singular en moitos aspectos en Marrocos.
-¿Temos unha idea distorsionada dos países musulmáns, que ás veces se asocian con machismo, integrismo relixioso e incluso terrorismo?
-Todos eses aspectos existen, pero hai moitos outros positivos que non aparecen na cobertura dos medios, como a amabilidade da xente, a importancia da familia ou o respecto polos maiores. A idea que temos sobre Marrocos, ademais de distorsionada, parte dun profundo descoñecemento ou, o que é peor, dunha falta de desexo por coñecer.
-Vive nunha «zona quente» polos movementos migratorios.
-O trasfego de inmigrantes notase en Tánxer sobre todo pola presenza de subsaharianos, que levan unha existencia case sempre moi dura, afastados da súas familias e afrontando o rexeitamento e o racismo de parte da poboación. Hai mesmo un barrio, Boukhalef onde recentemente houbo disturbios entre a poboación local e os subsaharianos. Pero é fundamentalmente en Ceuta, a una hora de Tánxer, onde o fenómeno adquire dimensións máis esaxeradas.
-Conviven alí moitas culturas e tamén as tres grandes relixións monoteístas.
-O certo é que a poboación xudía tanxerina, que no seu tempo foi bastante numerosa e influínte, reduciuse a cifras case anecdóticas. Pero é verdade que na cidade aínda se respira un aire internacional marcado, pois e o fogar non soamente de moitos europeos ou estadounidenses, senón tamén destino de inmigrantes e estudantes subsaharianos. Ten unha maxia especial que, como me sucedeu a min, provoca o desexo de vivir nela.
-¿É doado integrarse?
-Aínda que haxa barreiras culturais ineludibles, os marroquís son xente afable, cun sentido do humor e un xeito de ver a vida que ten moito que ver co dos españois. Iso non quita que sempre acabes tendo, por cuestións idiomáticas ou incluso por xeitos de ocio, moitos amigos españois, pero no meu grupo habitual tamén se inclúen marroquís. Os tanxerinos, nese sentido, están moi acostumados a tratar con xente de todo o mundo e creo que en xeral encántalles compartir experiencias con eles.