Xavier Aldekoa, corresponsal de La Vanguardia en África y periodista freelance, acaba de publicar 'Océano África'
"El ébola ha dejado en evidencia a España como país, y como sociedad hemos temido al ébola cuando nos ha rozado"
África. Más de 60 países. En torno a 900 millones de habitantes, el 14%
de la población mundial. Cerca de 2.000 lenguas y otras tantas etnias.
Realidades que a ojos de los occidentales muchas veces se reducen
exclusivamente a las palabras: pobreza y guerras. Sin embargo, este
corresponsal de La Vanguardia en África quiere ir más allá, acentuar la
diversidad del continente. Sus armas: las historias anónimas de la gente
recogidas durante sus viajes por Malí, República Democrática del Congo,
Camerún, Angola, Sudáfrica, Botsuana, República Centroafricana, Togo,
Kenia, Somalia, Nigeria, Sudán, Mozambique y Yibuti. Países que en su
libro se transformen en capítulos, donde los protagonistas son las
carreteras de tierra, autobuses destartalados o las lágrimas de un
veterano de guerra en Sudán del Sur .
¿Cómo definirías África?
Me cuesta definirla. Son demasiadas cosas. Es un lugar donde vive tanta
gente. Ellos son realmente los protagonistas, a los que pongo atención
en mi libro.
En su libro se
afana por demostrar que África es muy diversa, intentando derribar esa
visión de que África más que un continente es un país uniforme.
Es muy diversa, incluso dentro de los propios países. Al final, los
países africanos no tienen ningún sentido. En la Conferencia de Berlín
de 1885 se dibujaron unas líneas para distribuirse cómo explotar los
territorios, no con una intención de mejorar nada. Por tanto, las líneas
fronterizas de los países no se rigen por algo determinado. Dentro de
los países ves una variedad brutal: de tradiciones, de culturas, de
etnias. De hecho el título del libro viene por eso, la sensación de que
el océano si lo miras desde arriba ves una mancha de agua brutal
inabarcable, que es toda igual; en cambio si te metes dentro hay gran
variedad. Lo mismo pasa con África, lo vemos desde arriba como un país,
pero cuanto empiezas a bucear es espectacular, es una cultura, variedad,
vida, no solo guerra y abuso, sino lo más positivo de la humanidad. Es
un continente súperhumano.
¿Cuál es el mayor problema que tiene ahora mismo África?
Creo que no hay solo uno. Son varios, pero probablemente no hay ninguno
que no se pueda solucionar sin educación. Cuanta más educación, más
capacidad tiene la gente de superar o no llegar a ellos. Si les damos
herramientas para que sigan adelante, tienen mucho terreno avanzado.
Desde Europa, ¿qué imagen cree que tenemos del continente africano?
Vemos África con un cierto desdén, siempre de arriba a abajo. Con una
cierta superficialidad, incluso vemos la imagen de la pobreza como una
pobreza pornográfica. Nos quedamos en la superficie, evitando
profundizar, conocernos más los unos a los otros.
¿Por qué?
Los medios de comunicación, creo, nos fijamos en lo que impacta e
influye, que no quiere decir que sea lo más importante. Cuando Obama o
Rajoy hablan es influyente pero puede que no sea importante. Sin
embargo, eso no ocurre con África: no es influyente que mueran 200
personas en Sudán del Sur, pero sí es importante. Se va a lo impactante,
relegando a África a un segundo lugar.
¿Le ocurre eso en primera persona?
Me ha pasado muchas veces. Depende de la situación puedes sentir más
pena, frustración o rabia. Recuerdo que estaba en Centroáfrica y vi una
situación complicada en la que había 3.000 personas escondidas en una
iglesia para que no les matasen. Intentas colocarlo en el periódico pero
es imposible. Y es que a lo mejor hay un partido de fútbol o que Obama
ha dicho algo que a lo mejor no es tan importante, o ha cometido un
gazapo.
Lo que cuenta queda muy bien reflejado en el caso del ébola. Parece que solo cuando nos afecta directamente miramos a África.
El ébola ha dejado en evidencia a España como país. Como sociedad hemos
temido al ébola cuando nos ha rozado. No es comparable los infectados
en España con la realidad en los países africanos. Eso nos deja en
evidencia, solo nos preocupamos cuando nos toca. Y una vez que el ébola
se ha ido del país, todo sigue igual, como si el virus no existiera.
Hemos cerrado los ojos, desaprovechando la oportunidad de corregir
errores. Tengo la sensación de que en un primer momento el error podía
ser comprensible, aunque no justificable, pero ahora ya sabemos que la
gente se muere, no porque no haya vacuna, sino porque no hay lejía,
cloro desinfectante o camas.
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