ONG marroquíes
reclaman a España y Francia que reparen los daños de las armas
Javier
Casqueiro Rabat 3 FEB
2015 - 19:26 CET El País
O comandante Franco na Guerra do Rif |
La orden, escrita a mano, está
datada en Melilla un 22 de marzo de 1925. La firma un comandante español para
autorizar el lanzamiento de 100 bombas C-5 sobre el paso fronterizo de Larbaa
En Taourirt. Figura en el ensayo Armas químicas de destrucción masiva sobre
el Rif, del jurista Mimoun Charqi, donde se recogen media docena de
trabajos científicos de expertos de varios países para documentar el daño que
aún hoy, 90 años después, sufren muchos descendientes de las miles de víctimas
de aquella sangrienta guerra. Casi el 80% de los adultos y el 50% de los niños
enfermos de cáncer atendidos aún hoy en el hospital de oncología de Rabat
proceden de la misma zona del Rif donde la aviación del Ejército español estrenó mundialmente el mortífero uso del
gas mostaza.
La guerra del Rif se desarrolló
entre 1924 y 1927 en varias provincias del norte de África como consecuencia
del conocido episodio del desastre de Annual, la batalla en la que se estima
que murieron unos 13.000 soldados españoles y que marcó en julio de 1921, según
el político Indalecio Prieto, uno de los periodos más agudos de la decadencia
de España.
Los rifeños marroquíes, al
principio solo unos 3.000, respondieron así con la luego copiada guerra de
guerrillas por El Che o Ho Chi Minh, al despliegue de 26.000 soldados españoles
y a los más de 700.000 uniformados franceses frente a la rebelión comandada por
el mítico Mohamed Abdelkrim El Khattabi.
El
rey español Alfonso XIII estaba enardecido: “Dejémonos de vanas consideraciones
humanitarias porque con la ayuda del más dañino de los gases salvaremos mucha
vida. Lo importante es exterminarlos como enemigos, como se hace con las malas
bestias”. La frase también figura en el trabajo que acaba de publicar en
Marruecos el profesor Charqi, que recopila una serie de estudios genéticos
americanos, japoneses, ingleses e italianos que relacionan el cáncer con el uso de armas
químicas como las lanzadas por primera vez durante la guerra del
Rif: gas mostaza (iperita), fosgeno, difosgeno y cloropicina.
La Asociación para la Defensa de
las Víctimas del Gas Tóxico en el Rif, presidida por Rachid Raha, con cinco
familiares con cáncer, ha montado para este sábado en Nador un encuentro
coloquio entre varios expertos y víctimas para debatir sobre las consecuencias
para la salud aún hoy de aquel dañino experimento. El colectivo aprovechará la
cita para manifestarse y reclamar a las autoridades de Marruecos, España y
Francia un hospital de oncología asentado en la zona de Nador, la provincia más
perjudicada por el cáncer en todo el país. Han redactado sendas cartas para
enviar a los jefes de Estado de España, Felipe VI, y Francia, François
Hollande, “para que reconozcan este crimen contra la humanidad” y acepten algún
tipo de reparación en forma de infraestructura, como el citado centro sanitario
u otro tipo de obras para una región muy marginada.
La precisión de las víctimas que
pudo causar aquel inédito despliegue de las armas químicas por una aviación
militar es prácticamente imposible. Ya no queda ninguna directa viva, como
tampoco ningún responsable directo de aquella masacre.
Entonces fueron miles los muertos y damnificados por lo que llamaron sin saber
qué era “el veneno” (Arhach). Primero se quedaban ciegos, luego no podían
respirar y morían. También se contaminó el agua de algunos ríos y el
medioambiente.
Los españoles tenían órdenes de
apuntar, sobre todo los días de buen clima, con sol y sin viento, contra los
zocos cuando hubiera mercado, para causar más bajas civiles. También hubo
soldados españoles afectados, especialmente por accidentes, en la Fábrica
Nacional de Productos Químicos, en La Marañosa, con la asistencia del químico
alemán Hugo Stoltzenberg, que luego fue premiado con la nacionalización
española.
Los últimos datos de enfermos de
cáncer descendientes de aquellas víctimas directas se remontan en el caso de
los adultos a 1999 y a 1995 en el de los niños atendidos en el único hospital
oncológico y la Casa del Porvenir de Rabat. No ha sido posible actualizarlos.
El Gobierno marroquí no quiere molestar a España y el pasado 23 de diciembre,
su ministra delegada de Asuntos Exteriores, Mbarka Bouaida, se escabulló de una
pregunta del diputado socialista de la oposición, Abdelhak Amghar, aludiendo al
especial buen momento entre los dos países y a una posible solución negociada. La
ministra no ha podido ser localizada por este periódico. Y en la Embajada de
España, tras consultar en Madrid, desconocen esa eventualidad.
Lo que sí está demostrado es que
España estaba encendida y humillada por el fracaso de Annual, que el ejército
llegó a disponer de hasta ocho aeropuertos en esa área y algunos investigadores
calculan que alrededor de 127 bombarderos pudieron arrojar hasta 1.680 de esas bombas
químicas diarias, prohibidas expresamente un año después por el
Protocolo de Ginebra. El profesor Charqi alega que ya antes de esa firma otros
tratados internacionales, como el de Versalles, exigían que no se manejaran ese
tipo de armas de destrucción masivas.
No hay trabajos fiables sobre
las consecuencias de la guerra del Rif, y menos en Marruecos, donde este
episodio tampoco es conveniente ni estudiarlo ni airearlo, porque esas cinco
provincias del norte del país siguen siendo ahora un espacio relegado, que
reclama su propia autonomía con aires de independencia cuando aún no está nada
resuelto el futuro del ocupado Sáhara Occidental.
La charla con los historiadores
termina en el café La Rive, en la plaza Pietri de Rabat, y el dueño del local,
el rifeño Ben Rachid Mohamed el Amine, se acerca. Su madre, Fátima, acaba de
fallecer de cáncer y su hermana Naima, y su hermano Abdeladim, han contraído la
misma lacra.
Ningún comentario:
Publicar un comentario