Marruecos presume de estabilidad
mientras Argelia tiene todo por hacer y Túnez impulsa la apertura al exterior
Javier
Casqueiro 28 NOV
2014 - El País
Las recientes elecciones
generales y presidenciales en Túnez, que en menos de un año ha cumplido con
todos los trámites constitucionales, legales y con las urnas para perfilarse como
la start-up de las democracias nacidas tras la primavera árabe, han
situado de nuevo en el mapa de los negocios al Magreb. La cartografía dibuja una región enorme, llena de
particularidades, oportunidades... Pero también retos y problemas.
El Magreb es un área regional emergente, con un mercado
potencial de unos 85 millones de personas, pero casi incomunicado entre sí. El
comercio entre Marruecos, Túnez y Argelia apenas alcanza el 4%. Las fronteras
físicas y políticas están cerradas, sobre todo entre los dos grandes vecinos, y
esos recelos y su consiguiente proteccionismo en los sectores estratégicos
perjudican su desarrollo económico. El Magreb mira sobre todo hacia Europa para
sus exportaciones e importaciones y para diversificar su potencial, y España,
el vecino más próximo, tiene mucho trecho por explorar.
En Túnez, por ejemplo, con
apenas 12 millones de habitantes y pocos recursos naturales, los tres años transcurridos
desde que comenzó este proceso democrático han producido mucha desesperanza. El
paro se ha situado en torno al 10% (el triple entre los jóvenes) y los más
formados tienen la tentación, como sucede también en Marruecos y Argelia, de la
emigración. El anterior gobierno, formado por una troika heterogénea de
partidos, con los islamistas de Ennahda siempre vigilantes, se ha ocupado sobre
todo de asentar las instituciones básicas. Y en la calle la gente se queja de
que las ciudades y las míticas playas tunecinas están muy sucias porque no se
sabe gestionar su limpieza.
Recollendo fresas na provincia de Kenitra (Marrocos) |
El
lema de la nueva sensación política tunecina, Beji Caid Essebsi, el líder de
Nida Tounes, ha sido tan simple como efectivo: que el Estado se modernice y
funcione. Y abrirse y cooperar más con Europa. Josep Perpinya, el responsable
del Grupo Romero y de la firma de consignación marítima y logística Green
Tunisie, que lleva 18 años en el país, emplea a 130 personas y tiene en
proyecto su quinta empresa, incide en la necesidad de la apertura a la
inversión extranjera y de la liberalización tras la indispensable etapa
cubierta de la estabilidad política: “Túnez es un país emergente que merece la
pena, con mano de obra barata y muy cualificada, pero todavía con una
Administración muy proteccionista y un claro problema de conexiones
logísticas”.
Los programas electorales, en
el furor de la posrevolución, han prometido de todo pero aún no se sabe qué
gobierno se podrá conformar y ni siquiera cuándo empezará a funcionar. Mientras
tanto, el anterior Ejecutivo acaba de modificar una ley que permite a las
empresas extranjeras (de España apenas hay asentadas 70) aumentar su
participación en la propiedad hasta el 60%.
El tema de la propiedad es el
gran caballo de batalla de las empresas extranjeras cuando se quieren meter en
Argelia. Una disputa permanente. “El Estado argelino es mucho más
proteccionista aún que el tunecino y menos abierto”, señalan expertos y
economistas en Argel. Pero Argelia sí es una potencia enorme en un ámbito
concreto, con enormes recursos en hidrocarburos. Y ese caramelo es su salvación
y también muchas veces su perdición. “El país tiene una dependencia casi total
del petróleo y el gas y ante la caída del precio y el freno en la capacidad de
producción de los yacimientos existentes se está entrando en una zona oscura”,
concluyen los analistas.
Argelia, que es cinco veces
España y tiene 38 millones de habitantes —aunque un 80% del territorio es
desierto—, sobrevive gracias al petróleo. Las exportaciones de hidrocarburos
son casi el 98% del total, los ingresos en ese sector son el 80% del
presupuesto y el 33% del PIB. La tasa de cobertura del país (diferencia entre
exportaciones e importaciones) está rozando el equilibrio y el fondo de reserva
se calcula que aguantará tres años para preservar la aparente paz social
instaurada por el régimen de Buteflika. El sector público supone en Argelia el
52% y es el gran foco de atracción para cualquier inversor porque pretende
poner en marcha, por ejemplo, un plan quinquenal de 2,5 millones de viviendas
(37.000 millones de euros) y otro de infraestructuras (115.000 millones). Unas
70 empresas españolas han acudido a ese arriesgado panal. Las visitas de
ministros españoles son frecuentes para mediar en múltiples conflictos. Por el
plan de vivienda se interesaron una veintena de firmas españolas y al final
solo ha quedado una, Ortiz. Otras, como OHL y FCC, están hace años en los
tribunales de arbitraje ante el impago de facturas de hasta 400 millones de
euros por distintas obras.
Para evitar esa inseguridad
jurídica, esa inestabilidad y burocracia es por lo que muchas compañías
españolas miran cada vez más a Marruecos. El país presume de eso, en comparación
con sus vecinos. Hay un sistema político y administrativo que funciona hace
años, reglado, con tribunales y leyes que en teoría dejan poco margen para la
improvisación. Hay más de 300 filiales de firmas españolas que han hecho el
viaje (el primer destino en el mundo) y van en aumento. Es ya el tercer mercado
de exportación español tras la UE y EE UU.
Los sectores atractivos
abarcan todos los ámbitos, desde el agrícola al equipamiento automovilístico y
textil, pero está cada vez más pujante el de las energías renovables. Marruecos
no ha encontrado aún petróleo y busca reducir su dependencia energética con
renovables hasta alcanzar un 28% en 2020. Multinacionales como Abengoa, Acciona
y Sener son ya socios fiables y con experiencia.
Abengoa, que lleva 30 años en
el país y tiene unos 600 empleados, se ha infiltrado en todo el abanico de
posibilidades de la energía, el agua y el medio ambiente. Montó en su día con
éxito la supercentral termosolar de ciclo combinado de Ain Ben Mathar (470 MW)
y ahora planea una gran desaladora en Agadir.
Germán Bejarano, adjunto al
presidente de Abengoa, explica las razones: “Marruecos es un mercado serio, con
un capital humano desarrollado, ingenieros formados en Francia, Estados Unidos
o España, y con una contratación pública que se ha sofisticado en sus
necesidades y demandas en infraestructuras, que cumple los contratos al pie de
la letra, y donde se opera con total seguridad jurídica y buena base legal”.
Esa es la versión oficial. En
privado, una treintena de empresarios del club Averroes y de otro grupo
instalado en el norte del país reclamaron hace pocas semanas en una cena al
embajador de España su mediación para evitar las recurrentes trabas
burocráticas del Gobierno de Rabat.
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