La media de mujeres investigadoras en África
es del 24% y llega al 40% en cuatro países.
La Fundación Mujeres por África lanza un
programa para promover su participación en centros punteros españoles
SUSANA PÉREZ DE PABLOS 6 DIC
2014 - El País
As investigadoras africanas Salimata Wade, Francisca Nneka Okeke, Faouzia Charfi e Thérèse Kirongozi na xornada "Ellas investigan". / JORGE FRÍAS (FUNDACIÓN MUJERES POR ÁFRICA) |
Un
robot de varios metros dirige el tráfico al lado de un colegio en uno de los
cruces más peligrosos de Kinshasa, en la República Democrática de Congo. “No
cruces todavía que no ha llegado el momento”, le dice a un niño que se para a
su lado perplejo. Lleva cámaras de vigilancia en los hombros, paneles luminosos
en los brazos, con los colores de los semáforos, y otro solar encima, con el
que se carga de energía. Lo han construido de forma artesanal, soldándolo a
mano, un grupo de científicas de ese país, dirigidas por Thérèse Kirongozi,
ingeniera en electrónica industrial, especialista en programación y presidenta
de Women´s Tecnology, una cooperativa de ingenieras. En África mueren 26
personas a la hora por accidentes de tráfico.
“¿Se
puede fabricar un robot en África?”. La propia científica plantea la pregunta
ya respondida a un prestigioso auditorio reunido en laFundación Ramón
Areces de Madrid. Desde los científicos Margarita Salas, Carmen
Vela, Carmen Castresana, Antonio Andreu, Silvia Carrasco, Laura Bravo, Basilio
Valladares o Santiago Mas-Coma hasta los empresarios Ana Botín y Dimas Gimeno,
la exministra Cristina Garmendia y la secretaria de Estado de Investigación,
Carmen Vela. Asisten a la jornada que arranca el ambicioso programa Ellas
Investigan, de la Fundación
Mujeres por África, cuyo objetivo es fomentar el acceso de las
mujeres africanas a la investigación y visibilizar sus logros en la comunidad
científica internacional. Empezarán por becar a seis investigadoras africanas
que sean líderes de sus campos para que investiguen en centros punteros
españoles el año que viene. Es solo el principio. “Un comité científico,
formado por relevantes investigadores españoles y por los directores de los
tres Centros Severo Ochoa y del Centro de Salud Carlos III, nos asesorará en
este proyecto”, explica la presidenta de la Fundación Mujeres por África y
exvicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega.
“El
proyecto persigue generar redes de mujeres investigadoras y propiciar la
creación de proyectos comunes”, explica la bióloga molecular y directora del Centro
Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), María Blasco,
integrada en el comité científico del programa. “Las mujeres africanas sí
investigan, y muy bien”, afirma Blasco. Los datos lo demuestran. “La media de
mujeres investigadoras en África es del 24%, aunque varía mucho según los
países”, enfatiza. En cuatro naciones incluso alcanza el 40% (Namibia, Cabo
Verde, Sudáfrica y Kenia); cuando en España es del 38,5%. El porcentaje de
mujeres dedicadas a la investigación es considerado por los organismos
internacionales un indicador para medir el desarrollo de un país. Al otro lado
están Mali, Malawi, Togo, Etiopía y Ghana, naciones en las que el porcentaje de
mujeres investigadoras no llega al 20%.
En
contra de lo que muchos puedan creer, la producción científica en los países
miembros de la Unión Africana crece más rápido que en el resto de las naciones,
según demuestra el estudio African Innovation Outlook II, del pasado abril, que
analiza los indicadores de I+D+I de 35 países africanos, haciendo una
radiografía de qué y cómo se investiga en este continente. Así, el crecimiento
de producción científica afecta principalmente a un sector, el de las ciencias
de la salud, con el que están relacionadas el 45% de las investigaciones.
Además, los únicos países que destinan alrededor del 1% de su PIB a I+D+I son
Ruanda, Sudáfrica, Kenia, Senegal y Uganda, a pesar de que todos se
comprometieron a ello. En África la investigación se hace con inversión
mayoritariamente pública (excepto en Sudáfrica, que tiene un 40% de privada). Y
la innovación tiene un papel fundamental en estos estados, es un fenómeno
generalizado. Todas las naciones africanas están volcadas en la innovación
tecnológica y muchas han comercializado los productos y servicios resultantes
de las investigaciones en el extranjero. Además, para asegurarse la propiedad intelectual
de sus logros, los científicos de países como Tanzania y Uganda han registrado
sus patentes en el extranjero.
Pero para las científicas africanas los
obstáculos son mayores. Ellas mismas relatan los problemas principales para
participar en esta producción, que se resumen básicamente en dos: la falta de
vocaciones en la mujeres jóvenes y las trabas para lograr la igualdad de
género. Esto último es debido, aparte del tradicional acaparamiento de la
investigación por los hombres, al fundamentalismo religioso. En este problema
hace hincapié la investigadora tunecina Faouzia Charfi en el encuentro de
Madrid. Física, profesora de la Universidad de Túnez y directora del primer
grupo de física y semiconductores de este centro, Charfi ha sido secretaria de
Estado de Educación Superior en el Gobierno provisional de su país, tras la
revolución de 2011.
“La
ciencia ha avanzado precisamente poniendo en tela de juicio las cosas, por eso
debe estar libre de todo dogmatismo”, sentencia Charfi, que acaba de recibir,
en Francia, el Premio Tesla 2014 al fomento de la investigación científica.
“Los fundamentalistas islámicos sacan teorías científicas de los textos
sagrados y es importante denunciar estas desviaciones y hablar de su impacto,
porque las víctimas de esta pseudociencia son nuestros hijos.
El Consejo de Europa publicó recientemente el informe sobre los dogmas de la
educación, en el que advertía de ello. Necesitamos claridad, pedir que haya una
separación real entre lo teológico y lo científico”.
Muchas
mujeres africanas se están organizando para crear redes con el fin de impulsar
su participación en la ciencia de sus países. Otro de los problemas del
continente es que los científicos africanos buscan alianzas internacionales en
vez de intentar colaborar entre ellos, otro dato que destaca el informe African
Innovation Outlook II. Francisca Nneka Okeke, de la Universidad de Nigeria,
fomenta la participación de mujeres en la investigación sobre cambio climático.
“Orientamos a las jóvenes a la ciencia, promovemos que mujeres enseñen ciencia
en los colegios y damos becas y premios a las niñas que destacan en las áreas
científicas”, resume esta científica, Premio L´Oreal- Unesco en ciencias
físicas.
“Aparte
del acceso a la investigación científica, el problema con el que se encuentran
las mujeres africanas es avanzar en su propia carrera académica dentro de la
universidad”, denuncia Salimata Wade, una bióloga nutricionista que ha
revolucionado el estudio de este campo en su país, Senegal. “Faltaba experiencia
en formación y en investigación, por eso no se abordaba la nutrición en África.
En 1998 ofrecimos este tipo de formación en la Facultad de Ciencias, de forma
multidisciplinar, y ahora tenemos además un máster con un 62% de mujeres.
Cuando lo acaban se colocan todos en este campo”. Tras el impulso de este
proyecto, la Universidad de Dakar ha montado un laboratorio de referencia en
Nutrición y Seguridad Alimentaria.
Han
pasado unos minutos y el robot situado en el peligroso cruce de Kinshasa ha
aprovechado ese tiempo para explicarle al niño, que sigue perplejo, que “la
carretera es peligrosa y hay que prestar mucha atención a ella”. Luego, el
androide mira a izquierda y derecha, después al pequeño, y le anuncia: “Ahora
puedes cruzar”.
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