Caddy Adzuba, premio Príncipe de Asturias de la
Concordia, se afana en denunciar las sistemáticas violaciones que sufren las
mujeres en República Democrática del Congo
CHEMA CABALLERO Madrid 24 OCT 2014
Caddy Adzuba con Chema Caballero nunha charla en Sant Boi de Llobregat |
El pasado 3 de septiembre, el jurado del Premio
Príncipe de Asturias de la Concordia 2014, reunido en Oviedo, decidió conceder
el galardón a Caddy Adzuba “como símbolo
de la lucha pacífica contra la violencia que afecta a las mujeres, la pobreza y
la discriminación, a través de una labor arriesgada y generosa”. Este lacónico
comunicado no dice mucho sobre la ganadora y la situación a la que se enfrenta
a diario en su país, la República Democrática del Congo (RDC), donde se produce
la violación sistemática de los derechos humanos.
La población de la RDC lleva más de 20 años
soportando a diario todo tipo de violencia. Asesinatos, saqueos y violaciones
constituyen el día a día de miles de mujeres y hombres ante la indiferencia del
gobierno y de la comunidad internacional. Además, la mayoría de los
responsables de estos crímenes nunca son juzgados. El que estas personas se
libren de la justicia tiene como consecuencia, entre otras muchas, que se
instale una cultura de impunidad en el país, que que fomenta que continúe la
violencia y, en definitiva, que fracase el Estado de derecho.
En mayo de 2011, un informe, dirigido por Amber Peterman,
fue publicado en el American Journal
of Public Health con el título de Sexual violence
against women in the Democratic Republic of the Congo: Population-based
estimates and determinants. En él se dice que más de 1.100 mujeres
son violadas cada día en la RDC, lo que hace que la violencia sexual contra
mujeres sea 26 veces más común que lo que se pensaba antes del estudio. Basta
un dato para comprobar ese desfase. Más de 400.000 mujeres y niñas de entre 15
y 49 años fueron víctimas de abusos en el país durante un periodo de 12 meses
entre 2006 y 2007. Las estadísticas de Naciones Unidas para ese mismo espacio
de tiempo recogían solo 15.000 casos. Y la cifra podría ser mayor, pues el
estudio no tiene en cuenta a las menores de 15 años ni a las mayores de 49,
tampoco habla de la violencia sexual contra niños y hombres.
En otro informe publicado el 22 de enero de
2012, Human Rights Watch afirma
que la situación no ha cambiado y se sigue registrando un gran número de
violaciones, cometidas tanto por miembros del ejército como de grupos
insurgentes. A las mismas conclusiones llegó un estudio
elaborado por la oficina de Alta Comisionada de la ONU para los Derechos
Humanos y la Misión de la ONU en la RDC (MONUSCO).
Estas y otras investigaciones ponen de manifiesto la extensión de los abusos
sexuales contra las mujeres en el país africano.
Una voz que clama
Son varias las
activistas congoleñas que trabajan para
dar a conocer esta situación. Una de ellas es Caddy Adzuba
que lleva años denunciando la violencia sexual a la que son sometidas las
mujeres y niñas de su país. Ella es periodista, licenciada en Derecho por la
Universidad Nacional de Bukavu (RDC), y trabaja en Radio Okapi, la emisora de la Misión de las
Naciones Unidas en la RDC. También es miembro de la Asociación de
Mujeres de Medios de Comunicación del Este del Congo, gracias a la cual se han
presentado alegaciones ante la Corte Penal
Internacional y el Senado de los Estados Unidos de América
advirtiendo esta realidad desde el inicio del conflicto en RDC. Adzuba también
está involucrada en proyectos de desarrollo y promoción de valores humanos para
niñas en la ciudad de Bukavu.
La periodista utiliza la radio como vehículo para
apoyar a las mujeres de su país, darles voz y recordarles que no están solas.
Algunas de las víctimas de abusos sexuales se han convertido en activistas que
luchan junto a Adzuba y ayudan a otras que pasan situaciones similares a las
que ellas han vivido.
La premiada denuncia que estas agresiones tienen
como objetivo acabar con la estructura social del país, para así poder dominar
mejor a la población.
El pasado seis de octubre, mientras tomamos un café
antes de comenzar una charla conjunta ante 300 estudiantes de bachiller en Sant
Boi de Llobregat (Barcelona), dentro de la iniciativa Ciutats constructores de pau,
me contaba —sin perder su permanente sonrisa— que por su trabajo y su denuncia
su vida corre peligro. Me decía que una vez tuvo que huir de su país y
refugiarse en casa de unos amigos que viven en Granada. Después de un par de
meses no pudo resistir estar lejos de las mujeres de la RDC y decidió regresar:
“Sentía dentro de mí que mi lugar estaba junto a ellas, que tenía que seguir
denunciando la violencia en la que viven y trabajando para ayudarles a salir de
ella”. A pesar de que sus amigos le propusieron pedir asilo político en España,
y llegaron incluso a esconderle el pasaporte para obligarla a quedarse más
tiempo aquí, ella escuchó a su corazón y volvió a Bukavu donde sabía que estaba
su misión, sin importarle lo que le pudiera pasar.
Cuando empezamos la charla, ella pidió a los alumnos
que les enseñasen sus móviles. El alboroto que se formó fue grande, todos
alzaban las manos para mostrar sus teléfonos, algunos los encendía para que se
vieran mejor. Adzuba preguntó: “¿son smartphones?” La gran mayoría gritó
que sí. Ella continuó: “¿Qué tienen vuestros teléfonos dentro que viene de mi
país?” Se escuchó alguna voz diciendo “cobre”, pero la mayoría de los chavales
sabían muy bien la respuesta, coltan.
Los talleres previos a la charla organizados una semana antes desde la
Concejalía de cooperación, solidaridad y paz del ayuntamiento de la ciudad los
había puesto sobre aviso. “Sí, es coltan”, siguió Adzuba. “¿Sabéis que para que
vosotros podáis tener esos teléfonos tan bonitos, en mi país muchas personas
mueren, muchos niños y niñas son secuestrados para ser utilizados como soldados
y muchas mujeres y niñas son agredidas sexualmente todos los días?”. El
silencio que se creó lo decía todo. Ella continuó describiendo la
situación al Este de la RDC porque le gusta aclarar que su país es muy
grande y no todo él está en guerra. Al terminar su charla volvió a preguntar:
“¿Pensáis que es justo que para que vosotros tengáis esos teléfonos tan bonitos
muchos niños y niñas de vuestra misma edad tengan que sufrir tanto?”
Los minerales financian el conflicto de la RDC
Adzuba es muy clara, y no se cansa de denunciar que
son las materias primas, los minerales principalmente, los que están detrás del
conflicto en el Este de la RDC: “Solo hay guerra en aquellas zonas donde hay
minerales”.
Así lo ponen de manifiesto diversos
documentos. En la actualidad, además del coltan, el oro se ha
convertido en una de las principales “exportaciones ilegales” de la zona, como
señala el informe del
Grupo de expertos de la ONU sobre la RDC de enero de 2014. En 2013,
400 millones de dólares en oro salieron de la RDC con destino a Uganda y otros
países vecinos. El precioso metal, luego continúa su camino hacia Oriente Medio
y Europa, mientras que el coltan, del que la RDC tiene el 88% de las reservas
mundiales, se distribuye por todo el planeta.
Los expertos de la ONU insisten, una vez más, en que
el contrabando de minerales es la fuente principal de financiación de los
conflictos bélicos que asolan el este del país.
Lucha contra la impugnidad
El informe de los expertos de la ONU, citado
anteriormente, recomienda que el Consejo de Seguridad imponga sanciones a los
países que están implicados en la explotación sistemática de los minerales del
este de la RDC, principalmente Ruanda, Uganda y Zimbabue.
Caddy Adzuba es muy fuerte en este punto y denuncia
la impunidad con que operan los grupos armados en la zona, los cuales tienen el
objetivo final de controlar los minerales congoleses. Pero advierte igualmente
de los abusos por parte del propio ejército congoleño, ya que miembros del
mismo participan en operaciones ilegales y comenten las mismas violaciones de
derechos humanos que los rebeldes, como las agresiones sexuales a mujeres y
niñas, entre otras.
Adzuba pone de manifiesto la responsabilidad y
culpabilidad de los líderes y políticos de la región de los grandes lagos que
están sacando beneficio del conflicto en la RDC, pero no se para ahí.
Al final de una mesa redonda en la que
participó el pasado 13 de octubre en La Casa
Encendida de Madrid, alguien del público le comentó haber echado en
falta cualquier crítica directa al presidente de Ruanda, Paul Kagame, que, según
opinaba él, es el verdadero responsable de lo que sucede en la RDC.
Caddy contestó que Kagame no es el último
responsable de lo que sucede en su país, que él no deja de ser una marioneta
más en manos de Estados Unidos y Reino Unido, principalmente, que le apoyan y
le mantienen en su puesto para que sus empresas se beneficien de los recursos
naturales del Congo. Por eso, piensa Adzuba, hay que llevar ante la justicia internacional
a los políticos y a las empresas occidentales que son los principales
beneficiarios del conflicto de su país.
En la lucha contra la impunidad de los responsables
del conflicto de la RDC, Caddy, acompañada de varios grupos de mujeres del este
de la RDC, se han presentado ante la Corte Penal Internacional y ante el Senado
de los Estados Unidos para pedir justicia. Fruto de este activismo es la
llamada Ley Dodd-Frank
de reforma de Wall Street y protección del consumidor, aprobada por el Congreso
estadounidense en 2010. Esta norma tiene como fin intentar mejorar la
transparencia de las empresas y ayudar a los compradores e inversores a tomar
decisiones más informadas. Está principalmente dirigida al comercio y la
explotación de minerales de la RDC y los países vecinos, porque reconoce que el
uso empresarial de estos minerales sirve para financiar a los grupos armados
participantes en el conflicto.
Comentaba este gran paso con Caddy en un taxi que
nos llevaba a otra charla en Castelldefels durante las jornadas de Ciutats
constructores de pau. Ella estaba de acuerdo con que era un gran logro y sin
embargo decía que al gobierno estadounidense le falta fuerza y voluntad para
implementar la ley en su totalidad. “La situación sobre el terreno no ha
cambiado mucho desde que se aprobó, los minerales siguen saliendo de igual
forma que antes de la ley. En la actualidad, nosotras estamos inmersas en una
campaña de documentación de los aviones que llegan a la zona transportando
armas y regresando cargados de minerales. Proceden de todas las partes del
mundo”. También compartió que uno de sus miedos es que esta ley se anule ya que
la Cámara de comercio de Estados Unidos y otros grupos empresariales lo están
intentando desde antes de su aprobación.
Empoderar a las mujeres
El objetivo final de Caddy Adzuba es empoderar a las
mujeres para que ellas mismas se conviertan en activistas de su causa, a través
del encuentro con las víctimas y el acompañamiento en su camino de sanación, de
la denuncia y de la búsqueda de justicia.
Por ello, es firme defensora de las Resoluciones
1325 (2000) y 2122 (2013) del Consejo de Seguridad de Naciones
Unidas que reconocen que la guerra afecta a las mujeres de manera diferente que
a los hombres y reafirman la necesidad de potenciar el rol de las mujeres en la
adopción de las decisiones referidas a la prevención y la resolución de los
conflictos.
Aboga para que más y más mujeres participen en los
mecanismos de toma de decisiones de su propio país y a nivel internacional y
sobre todo, para que sean también protagonistas en los procesos de paz.
Mujer fuerte
Caddy me comentaba, en otro de los momentos
compartidos en el interior de un taxi, que espera que la concesión del Premio
Príncipe de Asturias sirva para dar a conocer la realidad de tantas mujeres y
niñas (y niños) en el este de la República Democrática del Congo y en tantas
otras partes del mundo. Y que el Gobierno español se implique en la resolución
de este conflicto sabiendo que la causa de toda esta violencia está en los
recursos naturales y la avaricia de las empresas por controlarlos.
También confiesa que, como es muy tímida, tiene
mucho miedo a la ceremonia y al protocolo que rodea al acto de entrega del
premio ya que le han comentado que es muy rígido. Y ella, dice, no se
desenvuelve bien en ese mundo tan lejano al que tiene que enfrentarse todos los
días.
Esto último no me lo creo mucho después de haber
convivido con ella un par de semanas. No tiene miedo a nada ni a nadie y nunca
se aparta de su camino de denuncia a pesar de los muchos contratiempos. Cuando
el 3 de octubre llegó al aeropuerto de Barcelona para participar en las
jornadas de Ciutats constructores de pau procedía de Turquía, donde había
estado participando en una reunión de la ONU. El avión aterrizó en El Prat a la
una de la madrugada. Ella era la única africana entre el pasaje y los policías
del control de aduanas la retuvieron durante horas acusándola de que su
pasaporte era falso.
Al día siguiente, sin apenas haber dormido estaba
lista frente a los periodistas. Impartió las charlas como si nada hubiera
pasado. Le dije que podía haber indicado a los policías que mirasen en Internet
quién es ella, la ganadora del último Premio Príncipe
de Asturias de la Concordia. Ella sonrió, como siempre, y dijo que
estaba tan cansada que no pensó en eso, pero que estaba segura de que podía
convencer a los policías de que su pasaporte no era falso y de que todo se
solucionaría, como felizmente sucedió.
Posiblemente, es esta convicción de
que todo puede ser distinto si se trabaja por ello lo que otorga a esta mujer
la fuerza que tiene y desprende. Por eso, sin dejar que la violencia que rodea
su vida la intimide y que las amenazas de muerte le paren los pies, Caddy
continúa su lucha sin miedo.
Ningún comentario:
Publicar un comentario