CADDY ADZUBA | PREMIO PRÍNCIPE DE ASTURIAS DE LA CONCORDIA
En la zona congoleña de Kivu del Sur las niñas son
raptadas y violadas desde los dos años. La recién galardonada periodista de
radio, que denuncia desde hace años la violencia sexual en la región, escribe
su historia para EL PAÍS
Al este de la República Democrática del Congo, en el territorio de Kabare,
a 25 kilómetros de la ciudad de Bukavu (de 245.000 habitantes), 40 niñas
pequeñas entre 2 y 15 años fueron víctimas de violencia sexual entre enero y
agosto de 2014. En el pueblo de Bughore, una población a varios kilómetros del
aeropuerto de la provincia de Kivu del Sur, las niñas son raptadas y violadas
antes de ser abandonadas por sus secuestradores. Es un nuevo modus operandi
a incluir en el capítulo de la violencia sexual contra las mujeres en el país.
Según los testimonios de las familias de las víctimas, hombres sin
identificar entran por la noche en las casas donde duermen las niñas, las sacan
de sus camas y las llevan lejos de sus hogares para violarlas. Luego las
devuelven a sus domicilios con graves lesiones en los genitales. Las familias
solo se dan cuenta de lo ocurrido cuando la niña, después de ser devuelta,
llora de dolor.
Estas familias viven en la precariedad y la pobreza. Habitan en chozas:
hogares sin seguridad, expuestos a cualquier peligro. Las niñas reciben
atención médica y son devueltas a su entorno. Según las familias de la zona,
entonces la situación se repite.
La madre de una víctima relata: “Mi marido se fue a otro pueblo lejano para
buscar trabajo porque éramos pobres. Vivo sola desde hace dos años con mis seis
hijos. La más pequeña tiene 4 años. Una noche, mientras yo dormía en una
habitación y mis hijos en la de al lado, oí de repente un ruido y en seguida el
llanto de mi hija de 4 años. Me desperté e imagínese lo que vi: Mi niña
sangrando. No entendí enseguida lo que había ocurrido. Me acerqué a mi hija y la
miré bien. Era horrible. La habían violado y hecho daño de verdad. Llamé a mis
vecinos para que me ayudaran, y la llevamos al hospital”.
La madre prosigue: “Unos meses después volvimos a casa, pero hasta hoy no
consigo pegar ojo porque no pasan dos noches sin que esos malhechores ronden mi
casa. Una vez volvieron a intentar romper mi puerta, pero como ya no duermo,
grité con todas mis fuerzas y huyeron. De verdad, vivo angustiada. No tengo una
casa sólida para protegerme de estas incursiones. Mi vivienda es de barro, con
agujeros por todas partes. Un maleante puede entrar sin dificultad. No sé qué
hacer. No tengo recursos”. El suyo es uno entre los varios casos identificados en
un solo pueblo, que está cerca de un destacamento del ejército congoleño, y a
unos metros de un puesto de policía.
¿Qué papel desempeña la Policía Nacional?
La violación es un crimen castigado por la lgislación congoleña con una pena de
10 a 20 años de prisión. Una ley especial de violencia sexual fue aprobada en
2006, tras la presión ejercida por diversas organizaciones de derechos humanos
y contra la violencia de género, que habían observado el alcance del problema
en el país. La policía es la garante de la protección de civiles, y tiene el
deber de proteger a los niños y a las mujeres, a menudo víctimas de atroces
violaciones.
Hasta ahora ninguna persona ha sido condenada por las violaciones a menores
de 15 años en el territorio de Kabare. La policía asegura que detiene a los
presuntos criminales, pero hasta la fecha nadie ha sido imputado. Algunos
detenidos salen en libertad por falta de pruebas. Por ello, la sociedad civil
pone en cuestión la eficacia de la policía y las estrategias del cuerpo en la lucha
contra estos crímenes. Los violadores son libres. Continúa aterrorizando a las
mujeres: las madres de las víctimas y las niñas que siguen sufriendo los
ataques.
¿Quiénes son los violadores? Los
criminales son personas sin identificar. Operan en la clandestinidad con total
impunidad. Ni la Justicia ni la sociedad civil tienen una respuesta clara ante
la duda de si son hombres armados o civiles podridos. Se barajan varias
hipótesis para explicar el fenómeno. Algunas fuentes locales hablan de
creencias místicas y mágicas: “Violar a una niña de 2 años es una fuente de
riqueza, poder y gloria”. En una sociedad tocada por un pobreza y una
precariedad graves, cualquier supuesta forma de enriquecimiento es aprovechable
por quienes carecen de moral. El cuerpo de las mujeres sigue siendo un campo de
batalla: por el enriquecimiento y por el poder.
¿Cómo terminar con el problema? Las
organizaciones de defensa de los derechos humanos y de los niños contemplan
varias soluciones posibles. Organizan campañas de sensibilización para combatir
las supersticiones que promueven las violaciones de niñas pequeñas. También
tratan de concienciar a las autoridades para que tomen en cuenta el problema a
la hora de elaborar sus estrategias, y para que refuercen los medios de
intervención de la policía. Las organizaciones locales de mujeres han pedido al
Gobierno la creación de una comisión mixta especializada para llevar a cabo las
investigaciones.
Las reparaciones a las víctimas. En la
República Democrática del Congo se ha avanzado en la persecución judicial
contra los distintos crímenes de violencia sexual en los últimos años. La
legislación cuenta con un arsenal jurídico a nivel nacional e internacional
para plantar cara a la impunidad de la violación. Sin embargo, la indemnización
de las víctimas no llega. Tras el proceso judicial estas son abandonadas a su
suerte, lo que les impide reinsertarse a nivel social y económico.
Debería existir un acompañamiento jurídico eficaz de las víctimas,
utilizando recursos internacionales cuando se terminen los nacionales. Es
necesario que la comunidad internacional ayude al Gobierno congoleño con la
indemnización de las víctimas de violencia sexual, a través de la financiación
de proyectos de desarrollo y de apoyo a las mujeres victimizadas por la
violencia de género.
Traducción: Laura Rivas Martínez