Entrevista a Paul Rusesabagina en cuya historia se inspiró la película
'Hotel Ruanda' que, sin embargo, es una de las persona más odiadas del régimen
de Kagame
Durante el genocidio Rusesabagina refugió en el hotel Des Milles Collines a
1.268 personas tutsis que lograron salir vivas de la masacre
Él era hutu, aunque estaba casado con una mujer tutsi, lo que le convertía
en un traidor. Después del genocidio, tuvo que huir de Ruanda en 1996 tras
haber criticado al Gobierno tutsi y recibir amenazas de muerte
Jon Cuesta 13/05/2014 - el diario.es
Paul Rusesabagina conducía por la nacional cuatro camino de Bruselas cuando
un coche rojo con cinco africanos en su interior le adelantó a toda velocidad.
Tras ponerse delante de su coche, redujeron bruscamente la marcha. "Traté
de adelantarles, pero cada vez que lo hacía cambiaban el sentido para
impedírmelo". Finalmente, volvieron a disminuir la marcha y le indicaron
que pasara. Paul invadió el carril contrario para adelantar y el coche rojo
volvió a acelerar, imposibilitando la maniobra de adelantamiento. "Me
estrellé contra un camión y mi coche quedó totalmente destrozado",
recuerda. "Escapé de la muerte de puro milagro".
Han pasado ya 20 años del genocidio de Ruanda, y también se cumplen 20 años
desde que Paul Rusesabagina ha estado esquivando la muerte. La historia de
Rusesabagina, que hoy tiene 59 años, inspiró ‘Hotel Ruanda’, quizá la película
más famosa sobre el genocidio ruandés. En el infierno del 94, Paul salió vivo
de aquella masacre de muerte y destrucción. Dos años después, tuvo que hacer
las maletas y marcharse de Ruanda por hablar más de la cuenta sobre las
actividades del Gobierno.
"Hubo un genocidio, pero eso no es razón suficiente para no hablar de
otras personas que también fueron asesinadas", sostiene. "Muchos
hutus fueron asesinados antes, durante y después del genocidio. Más de 350.000
refugiados hutus fueron asesinados en Congo. Y toda esa gente hoy no tiene
ningún derecho a recordar y honrar a sus muertos".
Nos recibe en su residencia de Bruselas junto a su mujer. Es amable,
sosegado y conversador, y a pesar de que ha debido contestar las mismas
preguntas millones de veces, nos responde como si fuera la primera vez.
"El ejército tutsi se escuda en que eran operaciones para eliminar a los
responsables del genocidio", le comento. "En los campos de refugiados
del Congo los soldados tutsis del RPF no mataron a los genocidas, supuestamente
jóvenes y fuertes. Mataron ancianos, mujeres, niños y gente enferma",
replica. "Ésos no son los genocidas".
Tras huir de Ruanda, Rusesabagina llegó junto a su familia a Bruselas,
donde pidió asilo político y vivió durante 15 años. En ese tiempo, su casa fue
allanada en cinco ocasiones y casi fallece en un extraño accidente de coche.
Desde hace unos años, se refugia en Texas, Estados Unidos. "Tenemos un
Gobierno que nos persigue en el exilio para matarnos", explica. La lista
de asesinatos es larga. La última víctima se cobró a comienzos de año, cuando
Patrick Karegeya, antiguo jefe de los servicios de inteligencia ruandeses,
apareció estrangulado en su habitación de hotel en Johannesburgo, Sudáfrica,
donde estaba exiliado.
Tanto Estados Unidos como Bélgica, entre otros, evidencian la gran
contradicción de la comunidad internacional. Por un lado, apoyan al presidente
Paul Kagame y cuidan la relación con el país. Por el otro, conceden asilo
político a refugiados que huyen de ese régimen. "Los impuestos de los
europeos y los norteamericanos están financiando una dictadura", sostiene
Rusesabagina. "No hay libertad de prensa, ni de expresión, ni espacio
político. Se vulneran los derechos humanos. Pero la comunidad internacional se
siente culpable por lo que ocurrió en 1994, y Kagame juega con esa culpa".
Le preguntamos si cree que Ruanda le concedería un visado en caso de que él
decidiera volver. "Si voy a la embajada ahora mismo y pido un visado, me
lo sellarían inmediatamente", afirma sin titubear. "Me quieren vivo o
muerto".
'Efecto Hollywood'
Rusesabagina es un hombre extraordinariamente corriente, un héroe quizá
magnificado por Hollywood y la película 'Hotel Ruanda' -basada en su historia-,
pero un héroe, al fin y al cabo, entre tantos hombres y mujeres anónimos que
también trataron de ayudar y cuya historia no se llevó al cine o simplemente
nunca se conoció por irse a la tumba junto a sus dueños.
'Hotel Ruanda' es sólo una película, y como tal cuenta una historia basada
en hechos reales pero maquillada para adaptarla al molde de largometraje
nominado al Óscar. "¿Haría falta rodar una segunda parte de la
película?", le pregunto. "Sería necesario hacerla para contar qué
está pasando hoy en Ruanda y también en Congo, pero no creo que el Gobierno
ruandés lo permitiera".
Durante los tres meses que duró el genocidio de 1994, Rusesabagina refugió
en el hotel Des Milles Collines a 1.268 personas. 1.268 seres humanos que se
libraron de morir a machetazos gracias a una mezcla de buena suerte, ayuda
divina y capacidad negociadora de Paul. Tras el genocidio, en julio de 1994, la
bonita historia oficial -también reflejada en el famoso largometraje- fue
escrita por los rebeldes tutsis, que liberaron Kigali de genocidas y recuperaron
el mando del país rescatando por el camino a los pocos hermanos tutsis que
habían sobrevivido.
La salvación, encabezada por un joven de 36 años llamado Paul Kagame, dejó
miles de muertos hutus, venganza y una feroz dictadura que arrasó a cientos de miles
de inocentes refugiados en la antigua Zaire (hoy República Democrática del
Congo). "En Ruanda siempre hemos aplicado la justicia del ganador",
lamenta Paul. "Siempre hemos buscado las soluciones a nuestros conflictos
mediante las armas".
El día que cambió todo
En la noche del 6 de abril de 1994, Paul Rusesabagina estaba cenando con su
cuñado, Thomas, y la mujer de éste, en la terraza del hotel Diplomat, en
Kigali, donde Paul trabajaba como director. Era un día feliz. Su cuñada se
había graduado en la universidad y acababa de conseguir un empleo como
vendedora de coches para una compañía holandesa. Taciana, su mujer, no había
podido acudir a la celebración y estaba en casa. "Vivíamos cerca del
aeropuerto, y escuchó varios misiles impactando en un avión".
Inmediatamente, Taciana llamó a Paul y le pidió que volviera a casa enseguida.
"Dejamos la comida, nos levantamos y nos fuimos hacia el aparcamiento para
coger nuestros coches", recuerda Paul. "Les dije a mis cuñados que se
fueran a casa, que nos veríamos el día siguiente. Lamentablemente, el día
siguiente nunca llegó". Jamás volvió a verlos y todavía hoy no sabe dónde
quedaron abandonados sus cadáveres.
El presidente hutu, Juvénal Habyarimana, acababa de ser asesinado momentos
antes de que su avión aterrizara en el Aeropuerto Internacional de Kigali. La
noticia corrió como la pólvora, y una furia asesina de venganza invadió la
capital de Ruanda y después, el resto del país. Todo hacía pensar que los
rebeldes tutsis, liderados por Paul Kagame, estaban detrás del atentado, y la
maquinaria genocida promovida por el poder hutu y la propaganda gubernamental
llamaba a todos los ciudadanos hutus a coger los machetes y despedazar a sus
vecinos tutsis y sus cómplices.
El documento de identidad étnico de Paul Rusesabagina decía que era hutu,
aunque estaba casado con una mujer tutsi, lo que le convertía en un traidor y
le colocaba en el punto de mira. "Nos quedamos en casa esa noche, y la
mañana siguiente muchos de nuestros vecinos habían sido asesinados a machetazos".
Rusesabagina ordenó a sus hijos que no salieran de casa, aunque uno de ellos
hizo caso omiso y salió para visitar a su amigo, que vivía cerca. "Cuando
llegó, su amigo acababa de ser asesinado junto a su madre y seis
hermanas", cuenta Paul. "Mi hijo volvió, se metió en su habitación y
estuvo muchos días sin decir una sola palabra".
La buena reputación de Paul y su posición -uno de los pocos directores
ruandeses en una gran compañía europea- hizo que muchos vecinos acudieran a su
casa y le rogaran un sitio donde esconderse. "¿Por qué pensaban tus
vecinos que estarían a salvo en tu casa?", le preguntamos. "Esa es
una pregunta que nunca he sido capaz de responder".
Después siguieron 76 días de atrincheramiento en un hotel convertido en
campo de refugiados, acosado por las milicias interahamwe y con falta de
alimentos y agua para abastecer a tanta gente. Paul había agotado todos los
contactos, el buen champagne y el dinero con el que convencía una y otra vez a
los líderes del genocidio de que no tocaran el hotel. "Llegué a perder la
esperanza", recuerda. Pero el milagro se obró, y tras el final del
genocidio el hotel Des Milles Collines había sido uno de los pocos lugares del
país donde no hubo asesinatos.
Falsa reconciliación
Hoy, Ruanda vive una tensa calma. Todos se llenan la boca
con palabras como perdón, reconciliación, convivencia. Es la versión del
Gobierno, la única versión moral y legalmente admitida. Es eso o el silencio.
"Temo a mis compatriotas cuando no hablan, es como un volcán a punto de
entrar en erupción", comenta. "La historia nunca nos enseña las
lecciones", afirma mientras retrocede dos décadas hasta el punto de
inflexión de la historia ruandesa. "En 1994, los hutus concentraban
orgullosos el control. Después del genocidio pasó a manos de los tutsis, y hoy
éstos mantienen el poder sin compartirlo. Mientras unos y otros no se sienten
alrededor de una mesa, lleven allí todos los problemas y toda la verdad de lo
que pasó, y tras ello apliquen una justicia real e igualitaria, para mí la
reconciliación ni siquiera habrá empezado".
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