Un grupo de juglares urbanos denominado Vendredi Slam
riega de poesía las noches de la capital senegalesa
Los jóvenes retoman la tradición oral africana
Unas 50 personas se desparraman por el alargado patio del modesto edificio.
Algunas están sentadas en sillas de plástico, pero la mayoría yace sobre
alfombras y cojines en el suelo. Son las nueve de la noche, pero ni a esta hora
el calor da una tregua. De repente, un joven alto y delgado, de cara angulosa,
se levanta y empieza a recitar una poesía que ha preparado para la ocasión. Es
Minuss Niang, administrativo en una empresa durante el día que, junto a su
grupo de amigos, cada noche se sumerge en este mundo de música y versos que es
como un universo paralelo bien diferente a la desnuda crudeza de las calles de
Dakar, la ciudad donde habitan. Son Vendredi Slam. Poetas, raperos, juglares,
oradores. Ningún adjetivo les cuadra y son un poco todo eso.
Samantha, pantalón vaquero, camiseta de tirantes, recita un poema dedicado
a la mujer sobre un minimalista fondo de guitarra. Youssou, que acaba de llegar
de Europa, se atreve con un texto sin verbos en el que repasa la historia
reciente de Senegal. Halil, el más joven del grupo, le canta al amor mientras
fija su mirada en una joven entre el público, poco antes de que Djamil saque de
paseo toda su ironía y sentido del humor para recitar unos versos que abordan
el siempre complejo tema del matrimonio. Y así, entre risas y poesía, música y
sorbos de té, se va pasando la noche.
El primero de todos fue Diofel, un joven artista que en 2009 comenzó a
organizar sesiones de poesía en un bar de Dakar que se llamaba Pink, en la zona
del embarcadero. “Íbamos cuatro o cinco personas”, recuerda Minuss, “luego
pasamos a otro local llamado Le Point E. Allí cogimos vuelo”.
Lo que hacen, esta declamación de poesía a veces acompañada de un fondo
musical, es slam, un término que nació hace 20 años en Estados Unidos
para definir a un arte que hunde sus raíces tanto en la literatura
norteamericana como en las culturas negroafricanas. “Es difícil conocer el
origen, porque en realidad el slam procede de la oratoria y esto ya lo
cultivaron los griegos”, asegura Djamil. “La música no es imprescindible, lo
importante es la palabra, la fuerza de los textos”, añade Halil.
Hace unos días pasó por Dakar Fabian Marsaud, el gran gurú de la poesía slam
en lengua francesa. Conocido en todo el mundo como Grand Corps Malade (Gran
Cuerpo Enfermo), Marsaud sufrió una rotura de vértebras cuando tenía 20 años a
consecuencia de una mala zambullida en una piscina. Sin embargo, logró
recuperarse y se ha convertido en un ídolo para los slameurs del mundo
francófono. Los chicos de Vendredi Slam lo veneran y ven en Marsaud la imagen
de alguien que supo hacer frente a la adversidad y hacer llegar su voz al mundo
a través de discos de éxito y actuaciones por todas partes. En Senegal quieren
ser como él. Aquí, estos poetas, urbanos y rebeldes, recitan muchas veces a la
luz mísera de bares poco frecuentados o en patios privados donde construyen su
universo paralelo, pero cada vez más les empiezan a llamar de teatros y locales
de moda, como el Sorano o el Just4U.
Durante una semana, poco después de la visita de Grand Corps Malade, el
Instituto Goethe de Dakar acogió un taller de escritura organizado por Vendredi
Slam. Durante horas, una veintena de alumnos aprendían técnicas básicas de la
redacción poética y se lanzaban a componer sus primeros textos que luego
recitaron en una sesión especial. Uno de los platos fuertes era la escritura
colectiva, hacer composiciones entre dos, tres o cuatro personas, algo que
también es propio de este arte. Sin apenas apoyos, sin un circuito cultural
sólido que les permita llegar al gran público, con pocas esperanzas de ganarse
la vida con lo que mejor saben hacer, los jóvenes poetas resisten.
En Senegal el hip hop tiene una fuerza enorme. Solo en las afueras
de Dakar, en el eje formado por los enormes barrios de Guediawaye, Pikine y
Thiaroye, hay no menos de 3.000 pequeños grupos de rap.
Quizás por eso el slam está empezando a calar con fuerza en este
país. Porque aquí la oralidad cuenta. Porque no es importante solo decir las
cosas, sino la manera de decirlas. Pero, a diferencia del rap, los
textos del slam son muy trabajados.
El escritor Boubacar Boris Diop, uno de los grandes de la literatura
senegalesa, ya ha sabido ver en estos chicos lo que representan: “Son un nuevo
aire para la poesía”, asegura el autor, que ha colaborado en algunos textos de
Minuss Niang, el estandarte del grupo.
Al patio del humilde edificio, un espacio al que llaman
Hierro y Cristal, no llega el ruido del tráfico ni la escandalera de los niños
que juegan en las calles. Aquí suena la voz de estos juglares nocturnos y llega
sin intermediarios a las 50 personas que han pensado que esta noche, ¿por qué no?,
un poco de poesía recitada con pasión no le hace mal a nadie. Más bien lo
contrario. “Ya has llegado a la ciudad. Cierra los ojos y escucha la dulce
cacofonía de las bocinas de los coches. Los peatones circulan por la carretera
y los coches sobre las aceras, todo el mundo va en dirección contraria y esto
te revuelve todos los sentidos. ¡Un caos sagrado!” (letra de Youssou, miembro
de Vendredi Slam, sobre Dakar.
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